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Comarca de la Denominación de Origen "Montilla-Moriles"
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El marco de
producción de la Denominación de Origen se extiende por buena parte del
sur de la provincia de Córdoba. Los ríos Genil y Guadajoz limitan sus
fronteras oriental y occidental, en tanto que el Guadalquivir, al Norte,
y las Sierras de la Subbética, al sur, delimitan su contorno. No todos
los terrenos comprendidos dentro de estos límites se consideran aptos
para la producción de uva destinada a la elaboración de los vinos
amparados.
El criterio selectivo es claro: ya se han definido los tipos de suelo idóneos para que la vid dé sus mejores frutos.
El artículo 4º del
vigente Reglamento la define así: "La Zona de Producción de los vinos
protegidos por la Denominación de Origen Montilla-Moriles está
constituida por los terrenos que el Consejo Regulador considere aptos
para la producción de uvas de las variedades que se especifican en el
artículo 5º, con la calidad necesaria para ser destinada a la
elaboración de tales vinos, ubicados en los términos municipales de
Montilla, Moriles, Doña Mencía, Montalbán, Monturque, Nueva Carteya y
Puente Genil en su totalidad, y en parte los de Aguilar de la Frontera,
Baena, Cabra, Castro del Río, Espejo, Fernán-Núñez, La Rambla, Lucena,
Montemayor y Santaella".
HAGAMOS UN RECORRIDO POR LA HISTORIA:
Está demostrada, por restos arqueológicos, la fundación íbera de Montilla y la antigüedad allí del cultivo de la vid.
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Terracota de vendimiador,
anterior a la era cristiana
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Cuenta Plinio que los habitantes de la Bética
empleaban la resina para aromatizar y conservar los vinos -práctica
enológica todavía utilizada en Grecia, donde la savia de pino se ha
usado desde tiempo inmemorial- y cuenta también el historiador latino
que los reyes tartesos de la dinastía de los Argantonio guardaban sus
vinos en toneles de plata.
Está demostrada, por restos arqueológicos, la
fundación íbera de Montilla y la antigüedad allí del cultivo de la vid.
Tan así es que, recientemente, han aparecido unas pepitas de uva, de
viníferas, en las excavaciones que se están realizando en el castillo.
Según los expertos datan del siglo VIII o IX a C. Abundando en lo dicho,
José Ponferrada da fe de la aparición, en una finca propiedad del Conde
de la Cortina, situada en el famoso pago de Riofrío de la Sierra de
Montilla, de una antiquísima terracota que representa a un vendimiador,
resto arqueológico cuyo origen es anterior a la era cristiana. Estos
hallazgos son frecuentes en la mayoría de los pueblos que hoy integran
la denominación de origen, abundando en las proximidades de Montemayor.
El pretor Lucio Marcio entró en Córdoba unos doscientos años antes de
nuestra Era y, cómo no, debió beber en abundancia el vino de la tierra.
Satisfecho, luego lo llevaría a Roma, iniciándose así un comercio que duraría siglos.
En este sentido, Pauline & Sheidon Wasserman en
su Guide to Fortified Wines (página 125-IV): "By the third and second
centuries B.C., when Spain - or Iberia- was part of the Roman Empire,
the wines of this region were well know." ("Al
llegar el siglo II a. de C., cuando España llegó a formar parte del
imperio romano, los vinos de esta región eran bien conocidos").
Las vides debían cultivarse
en las estribaciones de la Sierra para abastecer a sus cada vez más
numerosos habitantes, sobre todo a partir de la llegada del General
Claudio Marcelo (169 a. C.) y, posteriormente, al ser designada Córdoba
Colonia Patricia y capital de la Bética.
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Ánforas romanas
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Hace 2.000 años, la Bética era la primera productora de vino y aceite de
aquél mundo, productos que exportaba en ánforas, bajo severos controles
aduaneros, a Roma y al resto de Europa. Entonces, no sólo se cultivaba
la variedad de uva llamada Cocolobis, citada por Plinio: una inscripción
del Corpus de Hübner hace referencia a la plantación en la Bética de
cepas procedentes de Falerno. Al respecto, habla Thouvenot de dos
armadores narbonenses, a los que llama mercatores cordubensis, que se
dedicaban, Guadalquivir abajo, a la exportación de aceites y caldos
cordobeses a todo el Imperio.
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Mosaico de Baco
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En el actual Alcázar de los Reyes Cristianos se
ubicaba la aduana desde la que partía, documentada, la deliciosa
mercancía que era traspasada a barcos de mayor registro en aguas más
profundas, probablemente en las proximidades de Sevilla. Llevarlas a
lomos de caballerías o en carreta sería económicamente prohibitivo.
Valga la anécdota.
Puede afirmarse, como sugiere José Ponferrada, que Séneca
abastecía su casa romana, entre otros, con vinos procedentes de sus
viñedos de Montilla. Dan fe de lo dicho los restos de cerámica cordobesa
encontrados en el conocido Monte Testaccio de Roma que, en su primitiva
forma, sirvieron para llevar hasta la capital del imperio el aceite y
el vino. No debe olvidarse que en el exterior de algunas vasijas,
grabado en el barro, aún puede leerse el nombre del expedidor, del
destinatario y su contenido.
En el ámbito artístico, durante los siglos de
dominación romana, en toda la Bética, y especialmente en Córdoba,
colonia patricia, capital y cabeza de la Hispania Ulterior, los
escultores y decoradores utilizaron frecuentemente en sus obras motivos
relacionados con la vid y el vino. El mosaico reproducido en esta
página, encontrado en la calle de la Bodega en el año 1929, da fe de lo
dicho.
Durante la dominación árabe, aunque parezca extraño al lector, el vino brilló con todo su esplendor y fue musa poética y literaria.
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Bodegas Carbonell
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Sánchez Albornoz, en sus Ensayos sobre historia de España, así lo afirma: "El
fruto de la uva placía por igual al pueblo y a los magnates, era
gustado con placer por califas y príncipes, lo cantaban sin misterio los
poetas, embriagaba por doquier, incluso en el alcázar califal, a
quienes lo frecuentaban con exceso, y hasta conseguía mover a
benevolencia a los jueces o cadíes, encargados de condenar a los
borrachos”.
No puede olvidarse que la gran mayoría de la población seguía siendo puramente andaluza, cordobesa en nuestro caso, y que sus costumbres y tradiciones nunca
fueron suplantadas aunque, en ocasiones, tuviesen que recurrir a
argucias como la fatua, especie de bula que debían adquirir los
creyentes musulmanes para poder beber, sin pecar, el vino que los
médicos les recetaban como medicamento, hecho más que frecuente dadas
las probadas virtudes terapéuticas que tienen los caldos cordobeses para
combatir las enfermedades del cuerpo y del espíritu. Pero los abusos
debían ser frecuentes. Por ello, el califa Abubéker fijó un severo y
cruel castigo para los que transgredían la ley coránica en materia tan
fácil de detectar como lo es el consumo del vino.
Ochenta azotes caían,
o debían caer, sobre la espalda de los transgresores cogidos in
fraganti pero, es cierto que antes de morir, entendiendo que la pena era
desproporcionada, manifestó públicamente su repulsa a tan bárbara
disciplina.
El cadí cordobés Umar ben Umar dictó normas de moderación para evitar que la ley tuviese que ser aplicada: "que el vino no se beba la razón del que lo bebe".
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En el zoco hispalense
se realizaban transacciones de todo tipo de productos agrícolas, de
igual manera que la administración califal de Alhaken I, en Córdoba,
controlaba el mercado de vinos.
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Bodegas Moreno
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Mal se debieron poner las cosas cuando, más tarde,
Alhaken II ordenó arrancar dos tercios del viñedo cordobés, allá por el
año 966, gritando al pueblo: "ven a rezar borracho".
Lo arrancado se repuso y alguna parcela volvió a ser arrasada, la
última vez por Boabdil, en 1483, que atacó los viñedos de los ruedos de
Montilla como si de guerreros de las huestes de Gonzalo Fernández de
Córdoba se trataran.
Sin embargo, como
decía Cervantes, el moro tenía gran predilección por las pasas; quizá
por este motivo gastronómico, y esperando una rectificación religiosa
que aboliera la ley seca, los musulmanes no descuajaron todos los
viñedos.
Mientras los poetas
arábigo-andaluces dedicaban al vino sus más deliciosos versos, los
agricultores e investigadores debieron mejorar su calidad estudiando la
manera ideal de cultivar las viñas y de elaborar y envejecer sus caldos,
estudios que quedaron plasmados en diversas enciclopedias.
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Poema de Abén Guzmán, evocando a Anacreonte:
"cuando muera, estas son mis instrucciones para el entierro:
dormiré con una viña entre los párpados;
que me envuelvan entre sus hojas como mortaja
y me pongan en la cabeza un turbante de pámpanos"
(Zéjel XC)
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Fernando III entró en
Córdoba en 1236. Volvieron, después de casi cinco siglos de ausencia,
los ejércitos cristianos. Capituló la ciudad y los sitiadores se
adueñaron de los bienes de sus habitantes mediante reparticiones, a
diferencia de lo que ocurría en las ciudades y territorios ganados
mediante pactos en los que solamente se entregaban a los vencedores los
bienes de los musulmanes que habían abandonado la ciudad. El mismo año
comenzó la distribución de las propiedades de los reales vasallos,
primero las urbanas y después las agrícolas. Las viñas llegaban hasta las puertas de la ciudad y se extendían por la vega del Guadalquivir, subiendo por las laderas hacia Santa María de Trassierra.
San Fernando entró en Montilla
en Agosto de 1237, localidad que a partir de 1257 pasó a depender de
Gonzalo Yáñez Dovinal, señor de la villa y del castillo de Aguilar de la
Frontera, población de la que segregó su término municipal en 1375 ya
en poder de los Fernández de Córdoba, antecesores del que luego sería
insigne soldado, Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán.
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Sierra de Montilla
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Las viñas de Montilla
y Aguilar de la Frontera, la otrora llamada Poley, corrieron la misma
suerte que las cordobesas: el reparto entre los caballeros, hecho que
más adelante sucedió en Cabra, Lucena y en las villas que se iban
conquistando en el lento caminar cristiano hacia Granada. Lucena, La
Rambla, Montalbán, Montemayor, Puente Genil, como la mayoría de las
poblaciones de la Campiña Sur, fueron reconquistadas por Fernando III durante su segunda estancia en Córdoba, en los años 1240 y 1241. La tartésica Cabra, poco antes, en 1237.
En todas las poblaciones había viñedos y lagares; los numerosos restos aparecidos así lo confirman. El vino se consumía abundantemente en la Córdoba medieval y no solía faltar en la mesa.
Años después anduvo
por estas tierras Jorge Manrique, poeta y soldado, conocido por sus
coplas de pie quebrado, que dejó como recuerdo estos versos dedicados a
los ricos vinos de Luque:
Versos de Jorge Manrique
"Santo Luque, yo te pido
que ruegues a Dios por mí;
y no pongas en olvido
de me dar vino de ti."
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A partir del XVI las
citas literarias de los vinos cordobeses son extensas. Los grandes
autores del Siglo de Oro hablan con frecuencia de los buenos vinos que,
en ocasiones, fueron protagonistas de hechos singulares. Lo que años
después escribiera Lord Byron puede
aplicarse a los eximios literatos de esa época española en la que las
letras, y todas las artes, brillaron de manera irrepetible: "Nadie
puede estudiar la historia del decimoctavo siglo inglés sin asombrarse
del lugar verdaderamente inmenso que ocupaba el vino en la historia
espiritual de la juventud".
Los caldos de Lucena
(¿blancos o tintos?) eran enormemente conocidos en el siglo XVII. Miguel
Herrero-García (La vida española en el siglo XVII) escribe que por
aquellos años "en la demarcación de
Córdoba había tres vinos renombrados, entre los que levantaba cabeza el
de Lucena, una carga de la cual podía servir muy bien para regalo de la
Reina de España como consta en los Avisos de Barrionuevo". Añadiremos que Felipe IV tenía en Madrid un proveedor oficial de vino lucentino llamado Apoloni, dueño de "La Taberna de los 100 vinos".
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Bodegas Torres Burgos
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No olvidemos que en 1665 se vendía vino de Lucena en
las trescientas, tal como suena, trescientas tabernas de Cádiz -Archivo
Hispalense, mayo y junio de 1963- En el mesón de Juan Velasco, en
Madrid, en 1686, costaba una arroba treinta y cuatro reales, de las
cuales 12 eran de portes y doce de impuestos. Así no se podía exportar a
pesar de que "resisten los mares para conducirlos a reinos extraños".
En el siglo XVIII se asientan las bases de una buena parte de la vitivinicultura contemporánea de Andalucía Occidental.
Mientras la mayor parte de
las bodegas andaluzas, especialmente las situadas en Jaén, Granada,
Almería y Málaga, continuaban elaborando sus vinos con los métodos
tradicionales, un nuevo sistema se implanta en las provincias
occidentales. Nacen las criaderas y soleras que vienen a introducir un
nuevo concepto en el envejecimiento de los vinos generosos.
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Bodegas Toro Albalá
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La añada desaparece,
se pretende obtener, y sobradamente se consigue, una calidad constante,
un tipo homogéneo de vino. Es más que probable que el descubrimiento fue
casual. Alguien, por necesidad de espacio, pondría un barril encima de
otro e iría rellenando el de abajo con vino del que estaba arriba. Visto
los buenos resultados, el procedimiento fue adoptado por el resto de
las bodegas de vinos generosos.
Se empieza a hablar
de los finos y de los amontillados, vinos finos muy hechos al estilo de
Montilla. Comenta Paz Ivison en su amena obra “Los vinos”, Uso y
protocolo, que el Conde de la Cortina comenzó a enviar este tipo de vino
a Jerez hacia mediados del siglo por el que ahora historiamos, y que
tanto gustó a los bodegueros jerezanos que comenzaron a producirlo
siguiendo el sistema cordobés. Puede ser cierta la historia. Permítaseme
añadir que, para el autor de este texto, el amontillado es el
indiscutible rey de los vinos generosos.
La magna obra
catastral realizada por el marqués de la Ensenada aporta interesantes
datos de la viticultura andaluza existente a mediados del siglo XVIII.
En la provincia de Córdoba las cosas no están claras. Montilla aparece
con solo 600 fanegas de viñas, desconociéndose si se refiere
exclusivamente a su término individual o incluye también el general y
proindiviso que esta ciudad mantenía con Aguilar, Puente Genil,
Montalbán y Monturque. Los diezmos
recogen, en 1749, una cosecha de 30.300 arrobas, la mitad que en 1610,
año en que la expulsión de los moriscos privó a las vides montillanas de
una importantísima mano de obra.
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Criaderas y Soleras
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Los datos del famoso
Catastro no cuadran con la descripción que Madoz hace de Montilla en su
Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones
de ultramar. "…en un ameno valle, y campiña fertilísima, especialmente en vino generoso y afamado…", o con otra, de autor anónimo, que viene a afirmar lo mismo: "…La
ciudad de Montilla está situada a seis leguas de Córdoba, una de
Aguilar y cuatro de Lucena... Es su terreno de los más fértiles y
abundantes en la producción de trigo, semillas, aceites, pastos, caza y
frutos, especialmente el vino, cuyo licor es exquisito y mejor de
Andalucía, a la cuál abastece de él muy cumplidamente, siendo su
abundancia increíble de lo que provienen los muchos caudales de esta
nombrada ciudad, y que sus moradores tengan que ejercitarse en multitud
de viñas y lagares…"
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Grabado de Montilla
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Numerosos escritores
han plasmado en sus obras las excelencias de los vinos de nuestra zona.
En la literatura internacional, podemos encontrar gran cantidad de
referencias que corroboran este hecho.
Andalucía ha
despertado desde las épocas más remotas el interés de los foráneos. Se
sabe que desde hace más de tres mil años han venido desembarcando en las
costas béticas navegantes procedentes de países lejanos que trasladaron
a sus escritos las impresiones que les habían causado un pueblo y una
tierra singulares. Caminando hacia el centro de la región atravesaban la
fértil campiña y
llegaban a la milenaria Córdoba, capital de aquella Turdetania, tan
poco estudiada, y que brilló de tal forma que, con Tartesos, fue cuna de
leyendas mitológicas en cuyas tierras tuvieron lugar las más grandes
hazañas protagonizadas por personajes sin igual.
Autores latinos,
cristianos y árabes hablan concretamente de los vinos cordobeses, pero
no es hasta bien entrada la Edad Media cuando las citas se multiplican.
El príncipe
florentino Cosme III de Médicis, geógrafo e historiador, subiendo desde
Málaga, llegó a Lucena. En su Viaje por España y Portugal (1668-1669)
dice: "La mayor riqueza de Lucena es el
aceite y el vino, el uno y el otro de los más famosos de España; de
aceites se harán 400.000 arrobas, y 600.000 de vino".
Acompañaba al
príncipe, a modo de fotógrafo, el eximio pintor Pier María Baldi, quien,
como recuerdo, dejó una excelente acuarela de Lucena y otra de Montilla
que se conservan en la Biblioteca Laurenciana de Florencia.
Por esta época (1680), el embajador Muley Ismail describió así los alrededores de Córdoba: "fuera de la ciudad de Córdoba se ven un número incalculable de huertos, de jardines y toda clase de viñedos". Más tarde, en el año 1775, el religioso milanés Norberto Caimo recorrió la tierra de María Santísima y aunque "no bebiendo ordinariamente más que agua" citó en sus obras todos los puntales vínicos andaluces "del
vino de Cádiz, de Jerez, de Málaga, de Cazalla, de Montilla y Lucena,
en Andalucía... todos tan propios para ser transportados de un mundo al
otro, que en el transporte adquieren más bien la fuerza que la pierden".
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Bodega Garcilaso
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Los viajeros europeos pasaron por Córdoba y por los
pueblos más importantes de la campiña sur buscando sus afamados caldos.
El Barón Bourgeing comenta de Montilla: " produce un excelente vino
generoso, muy seco, poco conocido fuera de España, pero muy apreciado
por los entendidos".
Prosper Mérimée fue
otro admirador de los caldos montillanos. En los alrededores del pueblo
ambientó el primer capítulo de su inmortal Carmen. Hablaba el
protagonista de esta obra con el mítico José María el Tempranillo, que
vivió bastante tiempo en el actual lagar de Las Amazonas, propiedad de
la familia Velázquez Vilaplana, sito en lo más alto de la Sierra de
Montilla. Desde allí otearía el horizonte para prevenir la llegada de
sus enemigos. En la cuadra, que aún se conserva, siempre tenía su
cabalgadura dispuesta para escapar a galope. Ya lo decía la copla:
"José María el Tempranillo
no será preso,
mientras su jaca torda
tenga pescuezo."
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Otro admirador de los caldos cordobeses fue Edgar Allan Poe.
Fallecido en un ataque de delirium tremens a la temprana edad de 37
años, el genial escritor pudo pasar en su época por un excelente
connaisseur dada su desmedida afición a la bebida, especialmente a los
destilados, lo que sin duda le acarreó la muerte.
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Copa de amontillado
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No hay duda que
aprovechó su estancia en el viejo continente para conocer sus vinos.
Debió sorprenderle la calidad y singularidad del amontillado hasta tal
extremo que bautizó con su nombre una de sus Historias extraordinarias:
“La barrica de Amontillado”.
El amontillado es el
rey de los vinos generosos. Ninguno tan completo. No extraña, por tanto,
que Poe lo utilizara como cebo para atraer al infortunado catador
italiano hasta una antigua catacumba usada como bodega. Cabe considerar
también que quizá, Poe conociera el amontillado a través de los escritos
de Richard Ford sobre las costumbres, gastronomía y vinos españoles. El escritor inglés, enamorado de Andalucía, en su obra Comidas y Vinos de España dice lo siguiente: "...el
proceso químico de la naturaleza escapa a la investigación humana, y en
ninguno más que en la elaboración de ese lusus naturae vel Bacchi, esa
variedad de aroma que se conoce como amontillado; nombre que se le da
por la semejanza que este vino tiene con el que se hace en Montilla,
pueblo cercano a Córdoba; con la particularidad de que este último punto
apenas es conocido en Inglaterra y muy poco en España".
Hugh
Jhonson (El Vino) tampoco se quedó corto: "Su atractivo especial radica
en su fuerza natural, muy alta"... "tienen sobre la mayoría de los
vinos de Jerez la ventaja de ser precisamente los vinos que más evocan
al sur de España". Y en otro párrafo: "Al
no estar encabezado, el Montilla llega a los mercados conservando su
auténtico carácter con mayor pureza que los vinos jerezanos
comercializados... Ahora bien, es menester tratarlo como un vino blanco,
enfriándolo y apurando la botella enseguida".
"Lo
ideal sería descorchar la botella con el aperitivo y terminarla con los
entremeses o la entrada de ahumados. Ningún vino acompaña mejor un
almuerzo veraniego". Sabias consideraciones y sabios consejos.
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Bodegas Campos
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El nuevo gran libro
del vino, de Pierre Andrien y otros autores, enciclopédica obra
realizada bajo la dirección de Joseph Jobe, también dedica sabrosos
párrafos a los vinos montillanos: "Tienen
un color de oro verde pálido, son límpidos y transparentes. Su aroma,
muy acentuado, y su sabor particular los distinguen de los jerez que
llevan los mismos nombres. Son ligeros y secos y tienen un sabor
delicado de almendra amarga. Los moriles tienen un sabor que recuerda la
avellana, lo que les diferencia de los otros vinos andaluces".
VARIEDADES:
Tras el ataque de la
filoxera los viñedos del marco Montilla-Moriles se repusieron,
prácticamente, con las cepas autóctonas, especialmente con la Pedro
Ximénez. Algunas variedades se perdieron para siempre, entre ellas
algunas tintas que se cultivaron hasta los años treinta en los términos
de Cabra y Doña Mencía, y otras blancas citadas por enciclopedistas que,
desgraciadamente, ya no se encuentran ni tan siquiera en el ámbito de
viveros.
Sin llegar a una exhaustiva aportación de datos, entendemos de interés para el lector describir el origen, peculiaridades, sinónimos y descripciones
de las variedades más representativas, con las que se elaboran,
prácticamente, la totalidad de los vinos amparados por la Denominación
de Origen, cepas que se sustentan sobre híbridos americanos. La temible
filoxera perdura y acecha al viticultor que se atreva a plantar
directamente la vinífera.
Tomamos como referencia los estudios de caracterización y seguimiento realizados en el Centro de Investigación y Formación Agraria Cabra-Priego de
las cinco variedades más representativas: Pedro Ximénez, Moscatel,
Airén, Baladí-Verdejo y Montepila. Las tres últimas son vidueños que
confieren características especiales a los finos.
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Pedro Ximénez
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Es probable que esta cepa ocupe en
Andalucía mayor número de hectáreas que la Palomino, puesto que es la
variedad principal de las denominaciones de origen Málaga y
Montilla-Moriles, extendiéndose también por algunos pagos jienenses,
onubenses y sevillanos.
Su origen es
controvertido. La versión mas divulgada es la de Pero Ximén, soldado de
los tercios de Flandes que la trajo en su zurrón dede el vitífero valle
del Rhin, adonde cuentan que había llegado desde las islas Madeira y a
éstas desde Grecia. Tres ciudades, al menos, se discuten la cuna del
guerrero viticultor: Montilla, Málaga y Villanueva del Ariscal y, de
alguna más, con deseos de participar de tan singular efemérides, se
tienen noticias. Esta versión está corroborada, hasta cierto punto, por
Valcárcel (1791): "Esta
planta es originaria de las Islas Canarias y de la Madera, de donde se
trasplantó a las orillas del Rin y de la Mosela y de allí la trajo Pedro
Ximénez..."
Otros
autores, como García de la Leña (1792), Masdeu (1783) y González Gordon
(1948). apoyan esta tesis que no es compartida por Viala y Vermorel
(1910), Pulliat Rovasenda y algunos más. Quienes opinan que las
características morfológicas y ampelográficas de la Pedro Ximénez en
nada se parecen a las de las vides cultivadas en los valles alemanes.
Basta recorrer los extensos viñedos del Rhin y del Mosela y observar las
variedades que allí se cultivan y sus racimos para concordar con la
idea menos viajera.
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Sinonimias
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Alamís, Alamís de Totana, Pedro Ximénez, Pero Ximénez, Pedro Jiménez, Pero Ximén, Pero Jiménez y Ximénez.
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Descripción
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Porte
de vegetación erguido. Tronco vigoroso. Hojas adultas de tamaño medio a
grande, de color verde fuerte con poco brillo y envés acerado. Racimos
de tamaño grande. Bayas de tamaño medio de coloración regular amarillo
verdosa. Piel fina y pulpa blanda.
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Baladí-Verdejo
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Citada por Comenge como
variedad Baladí o Insubstantialis. Es sensible a la podredumbre.
Prefiere terrenos sueltos y poco fértiles y clima soleado. Soporta bien
la caliza. Proporciona vinos de baja graduación, ligeramente ácidos,
finos, pálidos y cortos de aroma.
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Sinonimias
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Baladí, Jaén blanco, Garrida, Parda, Virulés.
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Descripción
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Porte
de la vegetación postrado. Tronco vigoroso. Hojas adultas pentagonales,
grandes, pentalobuladas, de color verde sin brillo y envés velloso.
Racimos grandes de soltura media. Bayas de tamaño regular, color
amarillento, piel gruesa y pulpa carnosa.
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Airén
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Es la uva blanca más
cultivada en España y una de las más antiguas. Como el resto de las
variedades autorizadas, que se describen a continuación, se ha utilizado
desde antiguo en el Marco para reducir el porcentaje glucométrico de
los mostos de la Pedro Ximénez que, a finales de la vendimia, llegan a
alcanzar cotas tan altas que hacen difícil el trabajo de las levaduras.
Variedad rústica,
soporta bien los climas extremos y la sequía, se adapta con facilidad a
todo tipo de suelos, se defiende con valentía de las enfermedades
criptogámicas y, además, es muy productiva. Correctamente elaborada da
vinos pálidos, aromáticos, agradables. Es una de las variedades
españolas más antiguas.
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Sinonimias
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Airén, Lairén del Rey, Manchega y Valdepeñera.
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Descripción
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Planta
de porte rastrero, de tamaño pequeño-mediano, con tronco vigoroso.
Hojas adultas de tamaño entre mediano y grande, de forma pentagonal con
cinco lóbulos; de color verde oscuro sin brillo siendo la superficie del
haz lisa y el envés arañoso. Racimos de tamaño mediano, sueltos y
alargados. Baya de tamaño grande y forma esférica. Hollejo de color
verde amarillo, con pruina, de consistencia media. Pulpa no coloreada y
blanda.
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Montepila
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Es otra antigua
variedad andaluza, diseminada por varias provincias del sur español. Da
vinos poco aromáticos, neutros, de baja graduación alcohólica.
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Sinonimias
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Monastrell blanco y Mantepila.
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Descripción
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Variedad
blanca de porte semierguido. Hojas adultas pentagonales, con abundantes
pelos cortos en el envés de la hoja. Posee una débil hinchazón en el
haz. Racimos medianos, de 12 a 18 cm. de longitud, compactos, con
pedúnculo muy corto. Bayas de forma esférica o ligeramente aplastadas,
de longitud media y diámetro grande, con la epidermis verde amarilla y
la pulpa incolora.
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Moscatel de grano pequeño |
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Moscatel de
grano pequeño
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Es la variedad moscatel
más cultivada en la denominación de origen Montilla-Moriles seguida por
la de Alejandría. El origen de ambas es más que remoto, existiendo
citas egipcias bajo el nombre Zibibbo. Es sensible al ataque de
criptógamas, al entrenudo corto, a la sequía y vegeta bien en suelos
frescos y calcáreos.
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Sinonimias
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Moscatel común, Moscatel castellano, Moscatel fino, Moscatel de grano menudo, Muscat de Frontignan.
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Descripción
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Porte
de la vegetación semierguido. Hojas orbiculares, con seno peciolar
cerrado, con los bordes del limbo paralelos y senos laterales bastante
profundos y muy estrechos; los senos inferiores aparecen poco marcados.
Dientes angulosos, muy estrechos, numerosos y en dos series. Racimos
medianos, raramente alados, cilíndricos, largos, estrechos y compactos.
Bayas estrechas de color blanco ambarino. Variedad de alto rendimiento
que produce mostos muy dulces y con típico aroma, de alto contenido en
oxidasas.
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CORDOBA la mas bella de las ciudades recorre conmigo sus calles!
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La Puerta del Puente |
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Torre de la Calahorra |
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Río Guadalquivir |
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Casa en Plaza del Triunfo |
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Espectáculo Ecuestre en Caballerizas Reales |
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Espectáculo Ecuestre en Caballerizas Reales |
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Espectáculo Ecuestre en Caballerizas Reales |
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Puerta del Puente |
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Fuentes de agua |
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Bares de Cordoba |
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Patios Cordobeses |
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Mezquita Catedral de Cordoba |
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Mezquita Catedral de Cordoba |
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Mezquita Catedral de Cordoba |
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Mezquita Catedral de Cordoba |
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Mezquita Catedral de Cordoba |
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Puerta del Puente |
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Mezquita Catedral de Cordoba |
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Tablao Flamenco |
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Tablao Flamenco |
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Restaurante |
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Calle Velázquez Bosco (Cordoba) |
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Templo Romano |
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Paseo en Coche de Caballos |
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Jardines y Fuentes de Agua |
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Casa Andalusi |
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Casa Andalusi |
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Fuente en Casa Andalusi |
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Patio Cordobes |
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Parador de Cordoba
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Córdoba Patrimonio de la Humanidad
Mi sincero agradecimiento al Consejo Regulador D.O.P Montilla-Moriles
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